Fuentes pocos comunes, fuentes escasas, fuentes valiosas

María Elena Barral

 

Las fuentes que aquí se presentan –y que hemos denominado con el genérico descriptivo de “documentos eclesiásticos”- exhiben algunas características que las convierten en un material extremadamente original. Su valor adicional reside en que Buenos Aires (a diferencia de Córdoba o Santa Fe) no cuenta con el archivo de la Curia Eclesiástica. La mayor parte de su documentación se perdió en el contexto de los conflictos de mediados de la década de 1950. Para quienes investiguen diferentes aspectos de la vida religiosa o eclesiástica de la diócesis de Buenos Aires se puede encontrar documentación dispersa en otros archivos arzobispales como por ejemplo los de Montevideo o Santa Fe o algunas publicaciones realizadas en la etapa previa a la destrucción del archivo (por ejemplo, de las Actas del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires hasta la década de 1730). Si bien existen otros archivos pertenecientes a distintas órdenes religiosas, el acceso a los mismos no es sencillo. Mientras que algunas sedes o gestiones favorecen la catalogación y la circulación de su contenido, en otros casos el acceso a la consulta está prácticamente vedado.

Por otra parte, sabemos que el tipo de fuente, su origen institucional o autoral no limitan su utilización a aquellos temas ligados a esas instituciones o autores. Así como las investigaciones sobre la historia del catolicismo se han enriquecido con fuentes provenientes de los archivos públicos, la documentación que aquí presentamos puede favorecer el despliegue de nuevas líneas de indagación. Los ejemplos abundan en las más diversas historiografías: las fuentes de la inquisición para estudiar la cultura popular en la época moderna; la documentación sobre hermandades religiosas para entender las formas de asociación, participación o pertenencia durante los siglos coloniales; los “recuentos de almas” para comprender las dinámicas demográficas; los libros contables de las haciendas jesuíticas para estudiar la historia agraria latinoamericana; las visitas diocesanas para comprender la construcción de los territorios o los sermones para analizar la política de los tiempos de las revoluciones y las independencias. En el sentido inverso también los ejemplos se multiplican: las fuentes judiciales para comprender el papel de los curas como mediadores; los protocolos notariales y el crédito eclesiástico; las discusiones parlamentarias y los proyectos de reforma del clero; la prensa periódica como tribuna para defenderlos o cuestionarlos. Las fuentes pueden haber tenido un “dueño”, sin embargo esa “propiedad” originaria no recorta su uso a unos o a otros.

Desde la década de 1970 Eduardo Dürnhöfer reunió una serie de documentos sobre temas eclesiásticos. Su hija, Marianne Dürnhöfer, nos posibilitó el acceso a este archivo con documentación aún inédita, parte del cual el Proyecto de Patrimonio Histórico del Instituto Ravignani da hoy a conocer. A ella nuestro agradecimiento.

Dentro de este conjunto de fuentes resaltan los sermones. Distintas investigaciones han destacado su importancia como “texto de cultura” y las posibilidades y límites de su utilización como documento histórico en el estudio de lo social [1]. Este tipo de documento, que circuló a lo largo y a lo ancho de toda la Cristiandad (y aún hoy lo hace) experimentó distintos desplazamientos: de la comunicación catequética a la artística; de la oralidad a la escritura, del manuscrito al texto impreso, del púlpito a la prensa. Se trata de un género, por otra parte, donde predomina un importante grado de ambigüedad con respecto a la producción y la recepción que hace difícil definir tanto atribuciones y destinatarios.

Los sermones que aquí presentamos corresponden principalmente a los siglos XVIII y XIX y, algunos de ellos contienen referencias a su época. Allí resulta interesante comprenderlos como parte de los recursos disponibles para la lucha política. A través de ellos, en el recinto del templo, los sacerdotes organizaban un mensaje político que era escuchado por quienes asistían a la ceremonia, ofrecían una interpretación de aquel presente y, desde el púlpito, buscaban promover un punto de vista sobre los sucesos que estaban teniendo lugar, así como persuadir a su audiencia en la toma de posiciones [2].

Los episodios que estos oradores comentaban se inscribían en la historia de la Salvación, y las apelaciones bíblicas en el marco de sus sermones —verdaderos discursos políticos—, eran ineludibles. Allí, los sacerdotes buscaban —y encontraban— claves para interpretar y transmitir los acontecimientos que estaban teniendo lugar. Al mismo tiempo aventuraban una legitimación religiosa de los acontecimientos políticos.

Junto con los sermones, se cuentan otros documentos relativos a temas muy diversos que incluyen correspondencia con obispos, normativa sobre la música “decente” para las celebraciones religiosas, villancicos impresos, solicitudes de limosnas, conflictos jurisdiccionales, las reformas eclesiásticas, censos, partidas parroquiales, sumarios contra párrocos, indulgencias, bula de difuntos, relaciones de méritos y servicios, almanaques, patentes de hermandad.

La digitalización de esta colección no sólo preserva un patrimonio invalorable sino que permite el acceso a un conjunto de fuentes poco comunes que enriquece la reconstrucción de nuestro pasado histórico.

 

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[1] Chinchilla Pawling, Perla, De la ‘compositio loci’ a la república de las letras: predicación jesuita en el siglo XVII novohispano, México, Universidad Iberoamericana, 2004.

[2] Rosalía Baltar, “Autores y auditorios en los sermones patrios (1810-1824)” en Graciela Batticuore y Sandra Gayol (comps.), Tres momentos de la cultura argentina (1810-1910-2010).  Prometeo, Buenos Aires, 2012. pp. 41-69.