Historiografías del peronismo: Dossier de difusión

Procediendo entre saberes: algunas entradas a la historiografía actual sobre el peronismo

Mariana Garzón Rogé

 

A mediados de los años ochenta Félix Luna aseguró que nadie podría escribir la historia del Partido Peronista porque había sido, desde su nacimiento, “un cadáver lujosamente velado” del cual no había gran cosa que decir: “fueron los suyos, lustros burocráticos y administrativos, chatos, sin alma”. La mirada del historiador convergía con la imaginación socialmente viva de un lazo directo, carismático, entre Perón y sus seguidores, que diagnosticaba una cierta aridez para que germinaran intereses al respecto. Cuando en 2002 se publicó una investigación de Moira Mackinnon que rompía el mandato, Los años formativos del Partido Peronista, el tema causó un movimiento de enorme impacto en la ya amplia historiografía sobre el fenómeno parido en 1945. La autora llegaba a ese objeto con una perspectiva refrescada, con instrumental analítico innovador, a la luz de agendas de trabajo que se expandían en otras áreas de las ciencias sociales y las humanidades, alimentando el proceso de vitalización de la historia política que se producía en ese momento. La ventana abierta sobre el partido, en cierto modo, además de estímulo para muchas reverberaciones, fue un modelo de la apertura mayor que estaba produciéndose en otros ámbitos de la exploración. En donde antes no se había detectado vida, allí en donde el sentido común decía que no había nada que mirar, en donde los discursos sociales se fatigaban en lugares comunes, gracias al trabajo profesional y colectivo de un conjunto nutrido y entusiasta de investigadores e investigadoras de todo el país y de diversas disciplinas, estaban comenzando a auscultarse estertores y hasta a reunir cierta evidencia para dispensar certificados de buena salud a objetos de investigación antes inexistentes. La vida asociativa de la que se había dicho que había sufrido de modo inclemente la regimentación estatal, las experiencias del peronismo en el “interior” del país de las cuales se había predicado que eran versiones inconclusas de tierra adentro, las subjetividades políticas de las cuales se había supuesto que habían sido meras víctimas de un reiterativo proceso de peronización, fueron algunas de las zonas conmovidas por abordajes que mostraron mayor complejidad, significativos matices, procesos plurales en los que vacío, pasividad y regimentación empezaron a ser ideas poco sostenibles.

¿Es que los imaginarios antiperonistas habían tenido demasiado peso en la configuración de agendas de trabajo académicas anteriores? Una valoración semejante no resulta evidente, aunque su formulación permite respirar algo del neblinoso panorama en el cual el mismo peronismo sumió a muchas de sus facetas. Hernán Comastri recupera una anécdota en la cual Horacio González, al escuchar una conversación sobre el fiasco del proyecto Huemul, habría dicho que “ésas eran historias de gorilas”. No sabemos si ese recuerdo hace justicia con lo que González dijo pero, como el joven historiador sugiere, podríamos pensar que los mismos activistas del peronismo, de los cuales el sociólogo era exponente además de exquisito ensayista, se encargaron a menudo de desestimar el interés por hablar del vínculo entre ciencia y peronismo. Y es que el hecho de que el peronismo fuera más alpargatas que libros fue tanto una crítica de unos como una reivindicación de otros; que el peronismo fuera sentimiento y no política, fue al mismo tiempo una consigna emocional que permitía evadir explicaciones requeridas como un comentario despectivo sobre la supuesta condición irracional de una adhesión política. Imaginarios peronistas y antiperonistas convergieron, por motivos diversos, en la demora y postergación de la consideración de ciertos objetos en la historiografía. Esa convergencia fue un obstáculo epistemológico, ubicado en la frontera entre el conocimiento savante y el conocimiento de las gentes. Muchas investigaciones de los últimos veinte años asumieron el desafío de proceder entre esos saberes.

Así lo muestran las entradas que nutren este dossier, conversando con bloqueos profundos, atravesando imágenes rígidas, redescubriendo delicadamente aspectos curiosos de una historia multidimensional del peronismo en relación al género, la ciencia, las izquierdas y la economía. La indispensable recuperación de los hechos y la construcción de la evidencia, toma en serio las memorias e imaginarios sociales en danza, tensando lo conocido a través de nociones y problemas novedosos para descubrir aristas, siempre contemporáneas, de un objeto de estudio vivo. De conjunto, invitan explorar qué se está escribiendo sobre aquel fenómeno que, aun no habiendo perdido su calor, ha conquistado un lugar de pleno derecho en la investigación académica. Las entradas de Valeria Caruso, Hernán Comastri y Javier Díaz son un resumen de sus aportes a la conversación que tuvimos en el Segundo Taller del Ravignani “Historiografías del peronismo: perspectivas, problemas, vacancias”, co-organizado por el Grupo de Estudios de Historia Social y Política Argentina del siglo XX. Se suma el aporte desde la historia económica de Helena Garibotti.

 

 

Historia de las Mujeres y estudios de género en la historiografía sobre el peronismo

Valeria Caruso

 

“La mujer no es ya la consorte inerte de las circunstancias. La mujer es actora del drama de los tiempos” afirmaba Eva Perón en marzo de 1947[1]. En este discurso radial, emitido en el marco de la campaña por el sufragio femenino, Eva intentaba conmover a su audiencia sobre la importancia de la participación política de las mujeres en el devenir histórico nacional. Justamente, buscaba enfatizar que ya no era posible continuar supeditando el accionar de las féminas a la potestad marital, sino que ellas eran actoras de los problemas de su tiempo. Estas palabras aunque, sobre todo, su presencia en la escena pública nacional, junto con las políticas que se implementaron durante las primeras dos presidencias democráticas de Juan D. Perón (1945-1955), abrieron umbrales de resignificación política y social que persisten hasta nuestros días. 

Si bien desde 1956 contamos con trabajos de distinta magnitud que desde diversas aproximaciones intentan explicar la persistente adhesión popular al peronismo, los primeros trabajos historiográficos ocupados por examinar la participación femenina en el peronismo datan de la década del ´80 del siglo pasado. Lo cual, a su vez, es expresivo de un estado de la historiografía en general, dado que recién por esos años comienzan a extenderse en la Argentina las primeras investigaciones preocupadas por reponer la presencia de las mujeres en el decurso histórico local.

En ese marco, el habitualmente denominado “Primer peronismo” (1945-1955) fue un objeto historiográfico privilegiado en relación con la centralidad política de Eva Perón, la campaña y posterior sanción de la ley 13010 en 1947 que otorgó derechos políticos a las mujeres, la organización y funcionamiento del Partido Peronista Femenino (PPF), y las transformaciones que produjeron las medidas de gobierno impulsadas por el Poder Ejecutivo.

La ampliación de esta área de conocimiento comenzó a ensancharse de manera creciente y permanente desde comienzos del año 2000. En el cambio de milenio se avizora la emergencia de una generación de historiadoras e historiadores que, alentados por los avances historiográficos de las décadas anteriores, formularon nuevas preguntas sobre las maneras en que fueron tramitadas las relaciones de género durante el decenio peronista.

 

Delegadas del Partido Peronista Femenino en la Quinta Presidencial de Olivos. Agosto de 1951. Fuente:Biblioteca Nacional Mariano Moreno (Argentina). Evita inédita: Fotografías (1946-1952). Buenos Aires: Biblioteca Nacional, 2014.

 

Otro aspecto de esta renovación se encuentra en la ampliación del marco temporal de indagación para estudiar los condicionamientos sexo genéricos imperantes en el país en las décadas del ´60 y 70. Los efectos de una “modernización cultural” - iniciada en 1955 y obturada por el “bloqueo tradicionalista” perpetrado por la dictadura comanda por J. C. Onganía en 1966-, como la intención por desentrañar las características de la participación de las mujeres en las organizaciones armadas, orientaron las agendas de investigación sobre las transformaciones que se dieron en la Argentina por esos años.  No obstante estos valiosos aportes, se advierte la necesidad de ir más allá de las premisas de “modernización” o de “radicalización política” para abordar aspectos poco visitados por la historiografía local que aun precisan ser estudiados. 

Las contribuciones realizadas en las últimas cuatro décadas desde esta área de conocimiento nos invitan a considerar los condicionamientos y determinaciones de género como uno de los nodos constitutivos del desenvolvimiento histórico general. Así, las agendas investigación de la historiografía local son dilatadas por diversas demandas de saber que no refieren exclusivamente a la visibilización de tal o cual actor, sino a la necesaria reconfiguración de la mirada historiográfica para enfocar aspectos aun no mirados. Una historia del peronismo, desde esta perspectiva, debe dar cuenta de las maneras en que las marcas de género delimitaron -y delimitan- las prácticas políticas, sindicales, sociales y culturales que atravesaron la experiencia vital de las personas durante gran parte del siglo XX.

[1] Mensaje pronunciado por Eva Perón desde la Residencia Presidencial de Olivos, el 19 de marzo de 1947.

 

 

Ciencia y Peronismo: Algunos apuntes historiográficos sobre una relación compleja

Hernán Comastri

 

El 10 de diciembre de 2007, en una de las primeras medidas de gobierno de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, se creaba el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. La centralización y jerarquización de un heterogéneo conjunto de actividades, políticas e instituciones antes dispersas no sólo ofreció una oportunidad para el rediseño de una política más coordinada en Ciencia y Tecnología (CyT), sino que también rehabilitó y otorgó una nueva visibilidad pública a viejas discusiones en torno a la relación entre investigación científica y desarrollo. Las lecturas de esta iniciativa en clave política, por su parte, renovaron otro conjunto de polémicas referidas al lugar, o no-lugar, otorgado al peronismo en la historia de la ciencia en la Argentina del siglo XX.

Con muy pocas excepciones, durante toda la segunda mitad del siglo XX había sido dominante una interpretación sobre la relación peronismo-ciencia ya no en clave crítica, sino más bien en la clave de la antinomia. Así, la historia de la ciencia durante el primer peronismo era en buena medida descartada de antemano como un no-tema. Y la historia de la universidad, de los científicos y de las instituciones especializadas del sector era pensada a través de las diversas expresiones de luchas, persecuciones y resistencias eminentemente políticas, con las voces autorizadas de la ciencia en un extremo y un peronismo monolítico en el otro. Parte de la renovación en los estudios sobre el peronismo de las últimas décadas, sin embargo, ya ha demostrado lo artificial de esta imagen del monolito peronista.

Por un lado, una mirada atenta a una historia de más largo plazo de las políticas de Estado en CyT puede observar en los gobiernos peronistas una estación más de este recorrido secular. Y si tradicionalmente se señaló el comienzo de la historia del sistema de CyT argentino en los años 1956/1958, hoy estos estudios han demostrado que las primeras planificaciones para el área se desarrollaron en la Argentina durante la segunda presidencia de Perón, y no luego de su derrocamiento.

Para avanzar en este sentido, sin embargo, resulta necesario revisar también la manera en que pensamos la relación del peronismo con aquel espacio privilegiado del quehacer científico que es la universidad. Durante más de medio siglo se ha escrito la historia del peronismo en la universidad desde la clave del conflicto político por los espacios de poder entre el movimiento estudiantil, los distintos cuerpos docentes y el gobierno. Como contracara, se ha prestado muy poca atención al impacto que estos gobiernos tuvieron sobre las investigaciones científicas y tecnológicas en las distintas universidades del país, cuyas experiencias difieren mucho unas de otras.

 

Publicidad de Almacenes Justicialistas. Fuente: Comastri, Hernán. La política científica en el primer peronismo: discursos e imaginarios sociales (1946-1955). Tesis de Doctorado en Historia. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 2015.

 

Pero la pregunta por la relación entre ciencia y peronismo resulta fructífera también para pensar un conjunto de objetos y artefactos que ostentan una importante presencia en la memoria social y las identidades colectivas, y que exceden largamente a los actores típicos de una historia de la ciencia tradicional (académicos, funcionarios, tecnólogos, etc). Así, el Proyecto Huemul, el Pulqui, el Rastrojero, la moto Puma y el tractor Pampa, por ofrecer sólo algunos ejemplos, son todos desarrollos científicos y tecnológicos que condensan en su materialidad lecturas específicas (y muchas veces contradictorias entre sí) del peronismo como proyecto político, económico y social. Y si Huemul representa, para muchos sectores, un testimonio de lo que sucede cuando el “populismo” pretende hacer ciencia, para otros sectores el caza a reacción Pulqui es uno de los símbolos más claros de autonomía científica, tecnológica e industrial en la Nueva Argentina de Perón. Una historia social de la ciencia y de la técnica debe estar atenta también a estas memorias y su impacto en la construcción de lecturas históricas sobre el devenir del país en los últimos setenta años.

 

 

Las políticas económicas del primer peronismo (1946-1955)

Helena Garibotti

 

Las investigaciones sobre las políticas económicas del primer peronismo suelen destacar los puntos de continuidad y ruptura, ya sea en relación a las décadas precedentes como a los cambios suscitados a lo largo de los diez años de gestión. En términos generales, existe una periodización “clásica” centrada en la evolución de las variables macroeconómicas que identifica tres sub-períodos entre 1946 y 1955: una etapa de crecimiento (1946-1948), una de crisis (1949-1952) y otra de recuperación económica (1953-1955).

La primera etapa estuvo caracterizada por las condiciones favorables y los desafíos de la inmediata posguerra: si bien regían buenos términos del intercambio y una abundante disponibilidad de divisas, faltaban bienes necesarios para renovar equipos y maquinaria. En este contexto, las políticas económicas estuvieron orientadas a mantener la ocupación y actividad de la industria nacional, impulsar una distribución del ingreso en favor de los trabajadores para mantener el proceso de industrialización en marcha, una política crediticia y fiscal expansiva, la nacionalización de empresas de servicios e industriales y la promoción del sector manufacturero, principalmente de las ramas vinculadas al consumo de los sectores populares. La política económica se basó sobre tres pilares fundamentales. En primer lugar, la nacionalización del Banco Central y de los depósitos que permitió una orientación prioritaria del crédito hacia la industria a tasas reales de interés negativas. En segundo lugar, la creación del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI), entidad que centralizaba el comercio exterior operando como único oferente de la producción nacional en el mercado externo. A través del IAPI, el Estado logró captar parte de la renta agraria, obtener una fuente importante de recursos, garantizar la distribución del ingreso desde el agro a la industria y actividades urbanas y desligar la evolución de los precios internos de los internacionales, cuestión central en tanto que los principales bienes de exportación argentinos constituían alimentos que conformaban la canasta de bienes esenciales de los trabajadores. Por último, pero no menos importante, el apoyo estatal a los reclamos sindicales de aumentos salariales.

 

Interior de una de las proveedurías de la Fundación Eva Perón en 1951. Fuente: Biblioteca Nacional Mariano Moreno (Argentina). Iconografía peronista: Fotografías (1946-1955). Buenos Aires: Biblioteca Nacional, 2014.

 

La segunda etapa (1949-1952) se caracterizó por un deterioro de los términos del intercambio, la caída de la producción primaria exportable, el estrangulamiento del sector externo y las consecuentes presiones sobre las importaciones requeridas por el proceso de industrialización que derivó en criterios más rigurosos en la asignación de las divisas disponibles. En el plano interno, el aumento de la inflación contrajo la demanda doméstica.  El Plan de Emergencia Económica de 1952 ha sido interpretado por la bibliografía como “cambio de rumbo” o el triunfo del pragmatismo por sobre el dogmatismo en la política económica. Las premisas sobre las que se basaba el Plan sostenían que una moderación del consumo permitiría al país incrementar los saldos exportables y reducir las importaciones, aliviando así la situación del balance de pagos. En consecuencia, se dispuso un incremento de los salarios y un congelamiento de los mismos por dos años así como la apelación a un mayor ahorro e incremento de la productividad. El reajuste salarial sería acompañado por el congelamiento de precios y un conjunto de medidas destinadas a reducir el gasto fiscal y a moderar la política crediticia. Paralelamente, se buscó alentar la producción agropecuaria mediante mejores precios de compra por parte del IAPI (lo que generó pérdidas al organismo), se buscó alentar la producción agropecuaria y los saldos exportables a partir de una política crediticia favorable al campo y la asignación de permisos previos de cambio para la importación de maquinaria agrícola que los sectores agropecuarios consideraron insuficiente. Asimismo, la persistencia de los tipos de cambio vigentes en un contexto inflacionario acentuó la tendencia al atraso cambiario que habría contribuido a desalentar las exportaciones. Si bien se alteraron los tipos de cambio entre 1949 y 1950, algunos autores sostienen que la negativa a implementar un ajuste de tipo ortodoxo a partir de una devaluación generalizada que estabilizara desequilibrios macroeconómicos habría implicado la subordinación de la estrategia de industrialización a la principal prioridad del gobierno que consistió en una distribución del ingreso a favor de los sectores asalariados.

Finalmente, la última etapa (1953-1955) se caracterizó por la implementación de medidas orientadas a superar las causas de la restricción externa al alentar la exportación de bienes no tradicionales a través de la asignación de tipos de cambios preferenciales; medidas orientadas a fomentar el desarrollo de las industrias de base que constituían las ramas prioritarias del Segundo Plan Quinquenal; la sanción de la Ley de Inversiones Extranjeras (14.222) para alentar el desembarco de financiamiento externo en las ramas intensivas en capital y el proyecto de la firma de los contratos petroleros. También se realizó  el Congreso Nacional de la Productividad y Bienestar Social en marzo de 1955, pero la política de concertación entre Estado, CGT y CGE culminó con escasos resultados.

La historiografía sigue discutiendo la caracterización de las políticas económicas del peronismo. Por un lado, las interpretaciones ortodoxas critican los efectos de las políticas expansivas y de la excesiva intervención estatal en la economía en tanto que habrían priorizado la distribución del ingreso por sobre la productividad económica. Por otro lado, numerosas investigaciones retoman la dicotomía cambio-continuidad desde múltiples perspectivas teóricas. Los análisis focalizados en el contraste entre el discurso oficial y las políticas implementadas (la brecha entre “lo dicho” y “lo hecho”) destacan las limitaciones de la política económica, particularmente la incapacidad de introducir cambios estructurales que derivaran en una mayor diversificación productiva y una menor dependencia del sector primario exportador. Este tipo de aproximaciones están orientadas a desmitificar la visión monolítica del discurso oficial que habría perdurado en el imaginario colectivo.

Varios de los desafíos que debió afrontar la gestión peronista aún persisten como limitaciones estructurales o asignaturas pendientes de la economía argentina. La restricción externa, la discusión en torno a la asignación prioritaria de las divisas disponibles en tanto recurso estratégico, la inflación, la distribución de la riqueza, la relación intersectorial al interior de la economía doméstica, la forma de inserción de la Argentina en la economía mundial, la integración vertical del sector manufacturero, el rol del Estado en la promoción de los sectores productivos son algunos de los temas recurrentes en la agenda pública. Estudiar de qué manera fueron afrontados por las generaciones pasadas permite advertir aciertos y desaciertos que contribuyan a esclarecer el rumbo a seguir por las generaciones futuras.

 

 

Silvio Frondizi frente al peronismo

Javier Díaz

 

Silvio Frondizi (1907-1974) fue un abogado y profesor universitario, formado en el pensamiento liberal democrático, que adscribió al marxismo hacia 1946. Inspirador del grupo Praxis, publicó su primer análisis del peronismo en el folleto La crisis política argentina (marzo de 1946), inmediatamente después del triunfo electoral de Perón. Allí se distanció de la visión entonces dominante en el liberalismo y en la izquierda, que veían en el peronismo un fenómeno unilateralmente reaccionario. En contraposición, ponderó los aspectos positivos implicados en el nuevo movimiento, como la politización y concientización de las masas. Su estudio más extenso del régimen peronista vio la luz en La Realidad Argentina, redactado entre 1953 y 1954. El corolario de su análisis era rechazar tanto las posiciones que atribuían al peronismo un carácter fascista como aquellas que lo veían como un movimiento de liberación nacional. Según Frondizi se debían evitar “los dos tipos de errores cometidos respecto al peronismo: la idealización de sus posibilidades progresistas (…) y, por el otro lado, la crítica negativa y reaccionaria de la ‘oposición democrática’”. Frondizi sostuvo que desde 1952 el régimen peronista había entrado “en retroceso reaccionario” y en su “etapa regresiva”, ya que había iniciado “un franco proceso de capitulación frente al imperialismo yanqui”.

 

Tapa del primer tomo del libro “La realidad argentina” (1955) de Silvio Frondizi.

 

Los trabajos de Silvio Frondizi publicados hasta 1956 analizaron el régimen de Perón, pero desde entonces se hizo sentir la necesidad de posicionarse frente al movimiento como tal. A partir de 1958 el grupo Praxis estableció un diagnóstico: el peronismo había entrado en crisis y desintegración, lo que implicaba una polarización interna entre la base obrera y la dirección burguesa del movimiento. Ese año Silvio Frondizi todavía caracterizaba a Perón como un “instrumento del sistema capitalista”. El imperialismo yanqui, por su parte, seguía conservando “bajo la manga el ‘naipe Perón’, para el caso que el regreso del General fuera útil para frenar o canalizar un incontrolable ascenso de masas”. El corolario de esta línea fue, por un lado, el diagnóstico según el cual el empresariado tendía a aceptar un “nuevo peronismo” aburguesado frente al avance de la izquierda y, por el otro, el pronóstico con arreglo al cual el retorno de Perón podría constituir un recurso de última instancia del imperialismo para frenar un ascenso de masas. A lo largo de 1958 y 1959, el MIR-P se delimitó de los grupos del incipiente “peronismo de izquierda” y desalentó cualquier expectativa en ellos.

A partir de 1959 Silvio Frondizi inició un gradual viraje teórico y político. Durante los últimos meses de ese año y los primeros de 1960, en su discurso comenzó a germinar una estimación cada vez más favorable de las posibilidades del ala izquierda peronista y una búsqueda de convergencia con ella. En particular aceptó la posibilidad de que Perón regresara para optar por el “camino revolucionario”. En 1960 viajó a Cuba, donde mantuvo reuniones con Ernesto Guevara, John William Cooke y Alicia Eguren. A fines de aquel año impulsó un giro político a través del folleto Bases y punto de partida para una solución popular, adoptando un discurso de tipo “nacional-popular”. A partir de este viraje, basado en la búsqueda de un “camino nacional” a la revolución, modificó notoriamente su discurso sobre el peronismo y orientó al grupo Praxis a establecer afinidades, vincularse y converger con algunos de los nuevos grupos y dirigentes de su ala izquierda. La reorientación que emprendió fue parte de un movimiento más general por el cual las principales organizaciones de izquierda comenzaron a coincidir con el peronismo en la oposición al régimen. Más ampliamente, esa reorientación se verificó en el movimiento estudiantil universitario y en toda la fracción social que encarnó la llamada “nacionalización de las clases medias”. En 1961 el grupo Praxis editó el periódico Movimiento, inscrito en la nueva línea política basada en “encontrar la versión nacional de la revolución”.

Estas consideraciones fueron acompañadas por una actividad tendiente a vincularse con agrupamientos del peronismo de izquierda. La militancia de Praxis en esta etapa incluyó acciones conjuntas con grupos peronistas y del “nacionalismo popular” en el Gran Buenos Aires, como la campaña a favor de Andrés Framini en las elecciones bonaerenses de marzo de 1962. La nueva línea del grupo estuvo lejos de asumir el peronismo como identidad propia o de hacer “entrismo”. Lo que buscó en vano, en sintonía con la mayoría de la izquierda de esos años, fue confluir tanto con los sectores radicalizados del peronismo como con grupos escindidos de otros partidos en un nuevo reagrupamiento de izquierda.

 

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